Curtis Alan Jones, a.k.a Green Velvet, estuvo a punto de morir
de una sobredosis por un cóctel que contenía ácidos, hongos y marihuana. En ese
estado, mientras pensaba que dejaría este mundo, empezó a hablarle a Dios,
jurándole que si lo salvaba de ésta, cambiaría su estilo de vida. En tal
delirio y arrepentimiento Curtis exclamó: “Señor, por favor, no dejes que me
vaya de esta forma… ¿qué va a pasar con mis fans?”.
Inmediatamente después de la sobredosis, y porque así estaba
escrito, Green Velvet se convirtió al cristianismo y grabó la canción “La La
Land”, la cual contiene un coro como
taladro a la cabeza para que nunca olvide esa fatídica noche.
En esos días de 2006, el dj oriundo de Chicago - quien ya
llevaba una carrera prolífera bajo el nombre de Cajmere - empezó a escuchar una
voz que le decía que dejara de embriagarse. Esto lo tomó por sorpresa pero como
tenía muy en mente el suceso de la sobredosis, decidió hacerle caso a esa voz y
dejó de beber en sus presentaciones. Recordó cuando su buena onda era sólo
atascarse de café mientras hacía perrear a las chicas de finales de los 80s.
A casi 10 años de su
conversión al cristianismo, el chico del terciopelo verde tiene una encomienda
casi divina: clausurar el Festival Ceremonia, este próximo 9 de mayo. Pero no
estará solo. Seguro veremos un versus con su otro yo. Una batalla entre Green
Velvet, un sujeto más oscuro que se acerca al techno y Cajmere, quien
ha buscado inclinarse más al house.
Después de todo, resulta curioso que a los beats de Green Velvet los relacionen con las drogas. Él sólo
intenta llegar a ese estado de euforia a través de la música por sí misma. Es
más, asegura que desde que dejó de beber mejoró su dj set, ya que ve todo más claro y sabe con seguridad hacia dónde
quiere llevar la party.
Indudablemente que no hay mejor artista para cerrar las
festividades del Ceremonia: un tipo que abandonó sus estudios de ingeniería
química para dedicarse a lo que lo llena por completo, que se la pasa viajando
alrededor del mundo y que mantiene la fe para no recaer en ácidas tentaciones.