A dos jacalones de madera fue donde se mudaron
los alumnos de la Escuela Acero, allá por los años revolucionarios. Año de 1915,
para ser precisos.
Eran hijos de obreros y del personal de la
Fundidora de Monterrey.
Con el aumento de la matrícula, a principios de
la década de los veinte, se construyó la primera planta de un nuevo edificio
que hasta 1981 funcionaría como escuela primaria, pasando a ser oficinas de la
empresa hasta su quiebra en 1986.
Este octogenario inmueble, de forma rectangular
y sencilla, lleno de ladrillos ocultos por el resane blanco y uniforme de sus
paredes, se localiza dentro de las instalaciones del actual Parque Fundidora.
Tras los sucios ventanales de su puerta
principal, en una de las paredes se puede leer la placa que conmemorara las
bodas de oro de la escuela primaria en el mismo año en que dejaría de serlo. Encima
de esa infranqueable puerta de madera, sobre la pared austera se muestran en
alto relieve las palabras que le dan nombre al edificio: “Escuelas Adolfo
Prieto”.
Hoy, este viejo recinto de enseñanza, de
fachada estilo Art Déco, de reacia
decoración, luce acallado y melancólico. Dos de sus accesos, norte y oeste,
son abrazados por cadenas intolerantes a cualquier visitante. Su entrada principal, que
da hacia el oriente, se resguarda bajo llave.

Años alegres en los cuales se impartió, en sus amplios
salones de más de 50 metros cuadrados, clases de Literatura, Danza, Teatro, Música y Artes
Plásticas. Una pequeña comunidad de unos 200 alumnos quienes germinaban una
verdadera sociedad del conocimiento. Su patio central, donde en origen, niños
realizaban sus actos cívicos, quedaría transformado en un bello jardín
arbolado.
El Fideicomiso Parque Fundidora cobraba una
renta de 30 mil pesos mensuales a los directores de esta escuela artística,
tarifa muy alta para el poco apoyo que recibían por parte del gobierno. Al no poder ser costeada, en noviembre de 2005 son literalmente echados a patadas con todo y sus pinceles y viejos atriles.
Hecho muy significativo ya que se venían los
preparativos para el Fórum Universal de las Culturas 2007, fiesta en la cual el
edificio “Adolfo Prieto” participó tímidamente y muy relegado a simple oficina.
***
Dicen que los olvidos denotan intenciones.
Lo cierto es que el descuido de esta obra
arquitectónica es evidente. Su jardín se ha vuelto un gris matorral; sus más de
120 ventanas rectangulares se quedan
tristemente quietas sin recibir la vibración de ninguna infantil risa ni de una
fugaz melodía; sus pasillos, losas de concreto apoyadas en vigas de acero,
lucen polvorientas, añorando las pisadas de aquellos que corrían por entrar a
sus salones de clase, salones ahora huecos y silenciosos, algunos resguardando pilas y pilas de cajas llenas de documentos: auditorias,
créditos, facturas de compra, pólizas y demás textos muertos.
*Original publicado en 2008