El poder se ejerce a través de la manipulación. Para ello tiene que coartar la libertad de las personas, lo que da paso al control social. El control tiene dos vertientes: una positiva en la cual ayuda a que la sociedad mantenga un orden; y una negativa, en donde ese poder se ejerce solamente por unas minorías, lo que genera un descontento.
Michael Focault decía que en el pasado los emperadores intentaban encadenar a las personas; en cambio, ahora el dominador moderno los encadena mentalmente a través de su voluntad. Es decir, ya no se requieren las cadenas, porque el individuo mismo se coloca el grillete. Los individuos de una sociedad están influidos por una serie de discursos que ejercen poder sobre su voluntad; los más poderosos y difundidos son los relacionados con la búsqueda inmediata de placer.
Es más fácil gobernar a las masas, que son obedientes y se autocensuran. El problema es que esto a lo largo es absolutamente irracional porque, en una sociedad donde los individuos están totalmente adaptados, desaparece la creatividad.
La
creatividad se alimenta de la crítica a lo establecido, pero si se pierde la
capacidad de reflexión, las sociedades se estancan. En eso los grandes medios
de comunicación se han encargado de frenar el despertar de las conciencias y,
por el contrario, son los primeros en adormecer a la ciudadanía que se convierte
así en una masa inerte, sin movimiento.
No es coincidencia que
estamos ante una nueva forma de analfabetismo funcional. Cada vez más gente a
nivel superior es incapaz de leer y entender un texto. Cuando perdemos
comprensión de lectura y el acceso a los conceptos, perdemos también capacidad
de imaginación. Si de algo nos sirve la imaginación es para buscar alternativas
que todavía no están dadas.