Cuando el hombre logra plasmar en diferentes superficies las ideas y los sonidos que emitía, ve en ello una posibilidad de que su comunicación fuera trascendente. Sus observaciones, sus recuerdos, permanecerían y se difundirían a generaciones futuras, con ello rompiendo una de las barreras del tiempo. El hombre es finito pero sus pensamientos permanecen. La perfección de esa idea vino con la imprenta.
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La velocidad eléctrica tiende a abolir el tiempo y el espacio de la conciencia humana. No existe demora entre el efecto de un acontecimiento y el siguiente. Las extensiones eléctricas de nuestro sistema nervioso crean un campo unificado de estructuras orgánicamente interrelacionadas que nosotros llamarnos la actual Era de la Información (McLuhan) |
En el siglo XIX es el telégrafo el primer gran invento que revoluciona la manera de comunicarse. Si bien, el hombre no es un ser omnipresente, si puede hacer llegar sus ideas y comunicarse con otros que se encuentran a kilómetros de distancia. El telégrafo sería el primer ensayo de una conexión cableada que no sólo uniría los diferentes rincones del mundo, sino además, extendería las cualidades humanas.
La siguiente barrera a romper sería la instantaneidad. El teléfono permitió que los sonidos y las palabras, no solo viajaran lejos, sino además que se transmitieran al mismo tiempo que se emitían.
Y si se estaba dando un gran valor trascendental al mensaje escrito y hablado, la imagen no se quedó atrás. Primero fue la cámara fotográfica que logro capturar escenas que detendrían el tiempo; después vino el cine que le dio movimiento a esas capturas y le dio origen a uno de los medios de comunicación más impactantes del siglo XX: la televisión.